Enfrentar la derrota

Jehová respondió a Josué: ¡Levántate! ¿Por qué te postras así sobre tu rostro? Josué 7.10

Sospecho que nuestras derrotas son mucho más serias para nosotros que para el Señor. No hemos sido preparados para vivir con el fracaso, pues nuestra cultura demanda que avancemos siempre de victoria en victoria. Cuando, ocasionalmente, experimentamos la derrota en proyectos y situaciones ministeriales, nuestra autoestima se ve afectada y fácilmente nos envuelve una nube de desánimo y pesimismo.
Los israelitas, eufóricos por el tremendo triunfo que Dios les había concedido sobre la indestructible fortaleza de Jericó, se habían lanzado confiadamente a conquistar un pueblito que no tenía ni la décima parte del tamaño de Jericó. Cuán rápidos somos para adueñarnos de las victorias que nos ha concedido el Señor. Intoxicados por la derrota de Jericó, los israelitas vieron como presa fácil el próximo objetivo militar de la conquista, el pueblo de Hai.
Bien conocemos la humillante derrota que sufrieron en ese lugar. Y la derrota nunca es tan amarga y difícil de digerir como cuando estábamos seguros de que todo iba a ser un mero trámite. Josué se sintió profundamente desilusionado, hasta traicionado. Se tiró en el piso y exclamó con amargura: «¡Ojalá nos hubiéramos quedado al otro lado del Jordán!» (Jos 7.7).
En tiempos de derrota podemos perder mucho tiempo lamentándonos por las decisiones tomadas. No hay duda que es importante aprender de los errores cometidos. Sin embargo, todas las recriminaciones del mundo no pueden deshacer lo que ha ocurrido. Cuando estamos tumbados, debemos ponernos de pié y resolver lo más rápido posible la situación que nos llevó a caer. Por esta razón, el Señor le preguntó a Josué: «¿por qué te postras así sobre tu rostro?» (Jos 7.10). Lo animó a levantarse y hacer lo que tenía que hacer: limpiar al pueblo de su pecado.
Cuando usted cae, el enemigo quiere que usted se mantenga allí, sintiendo lástima por sí mismo y renegando por la situación que vive. Su Padre celestial, sin embargo, lo quiere otra vez en pie. Si hay cosas que confesar, confiéselas. Si hay personas que enfrentar, enfréntelas. Si hay situaciones que corregir, corríjalas. Pero no pierda mucho tiempo lamentándose por los acontecimientos que le han tocado vivir.
Richard Foster, en su excelente libro La Oración nos recuerda: «Cometemos errores -muchos de ellos; pecamos, nos caemos, y con frecuencia- pero cada vez nos levantamos de nuevo y comenzamos otra vez... Y una vez más nuestra insolencia y obsesión con nosotros mismos nos derrota. No importa. Confesamos y comenzamos de nuevo... y de nuevo... y de nuevo».

Para pensar:
Sea enérgico en las situaciones donde sus sentimientos lo invitan al desánimo. Su gente necesita ver que usted no es una persona que pueda ser fácilmente derrotada. No se trata de dar la apariencia de ser invencible, sino de actuar decididamente a la hora de manejar los contratiempos de esta vida. Todos pasamos por situaciones adversas. Pero el líder espiritual se caracteriza por no permitir que esas situaciones condicionen su avance hacia las metas que el Señor le ha trazado.